Cómo amigos sordos y oyentes navegan el mundo conjuntamente
UNA PERSONA SORDA VA a una fiesta en la que la mayoría de los asistentes son oyentes, llevando consigo a un amigo oyente cercano que conoce la lengua de señas. A petición de la persona sorda, el amigo oyente facilita ocasionalmente las interacciones con otras personas de la fiesta.
Una persona oyente que conoce la lengua de señas y su amigo sordo entran espontáneamente en un museo. Mientras compran sus entradas, el encargado del museo les pregunta si están interesados en participar en una próxima visita guiada. El amigo sordo mira a su amigo oyente, que asiente con la cabeza diciendo que estaría encantado de hacer de intérprete.
Una persona sorda invita a un par de amigos sordos a cenar con su familia oyente, ninguno de los cuales domina la lengua de señas con fluidez. Ella aclara significados para ambas partes durante toda la conversación, alternando señas, gestos improvisados y algo de habla.
Estos son ejemplos de lo que llamamos “interpretación por amigos”. Utilizamos este término para describir las ocasiones en las que una persona oyente o sorda que conoce la lengua de señas interviene en una interacción espontánea, informal o conversacional para desempeñar algún tipo de papel facilitador del lenguaje con otro amigo oyente o sordo, normalmente también usuario de la lengua de señas.
Desde la aprobación de la Ley de Estadounidenses con Discapacidades en 1990, el acceso para las personas discapacitadas en EE.UU. se ha convertido cada vez más en la norma. Aunque siguen produciéndose infracciones con demasiada frecuencia, cada vez son más las organizaciones y empresas que comprenden su responsabilidad legal de ofrecer adaptaciones integrales y tienden a incluir la discapacidad en sus iniciativas de diversidad, equidad e inclusión. Aunque las adaptaciones toman necesariamente diversas formas con diferentes niveles de inversión —construir una rampa es diferente de proporcionar textos en braille, por ejemplo—, estos cambios institucionales significan que ya no es raro que las personas sordas de EE.UU. vean intérpretes de lengua de señas americana (ASL, por sus sigla en inglés) en el escenario de actos formales a gran escala o en reuniones profesionales más pequeñas.
Pero ¿qué ocurre en los intersticios, en las situaciones cotidianas en las que un intérprete profesional puede no ser la opción más pragmática o atractiva?
Imagine, por ejemplo, que usted es un estudiante universitario sordo que entra a trompicones en el comedor del campus para desayunar después de una noche de juerga. En lugar de traer a su hipotético intérprete de guardia para que le acompañe a todas partes, quizá prefiera utilizar otras estrategias de comunicación cotidianas, como gesticular, teclear en su teléfono o, como exploramos aquí, unir fuerzas con sus amigos.
La interpretación entre amigos queda fuera del ámbito de la interpretación profesional y de los marcos de accesibilidad institucional estándar —pero es una parte rica y compleja de la forma en que muchas personas sordas interactúan con el mundo—. En contextos más académicos, estas prácticas comunicativas cotidianas se han denominado “interpretación informal” o “intermediación de la lengua de señas”.
Pero nuestro término hace hincapié en los lazos afectivos y relacionales que hacen que estas interacciones sean posibles, incluso agradables: amigos sordos y oyentes que comparten una experiencia común.
LAS ALEGRÍAS DE INTERPRETAR PARA LOS AMIGOS
Escribimos como colaboradores y cómplices académicos, —y sí, también como amigos—. Como antropólogo oyente (Tim) y académica literaria sorda (Rachel), compartimos intereses en la política en torno a la sordera, la audición, el lenguaje y la comunicación. Nuestra investigación académica nos ha llevado a cuestionarnos cómo la política lingüística y las ideologías del lenguaje determinan las oportunidades que tienen las personas sordas para desenvolverse en el mundo en diferentes contextos sociales, culturales e históricos.
En los últimos 30 años, la relación entre las personas sordas y sus intérpretes en EE.UU. se ha estandarizado y profesionalizado, es decir, se ha vinculado más a las solicitudes y procesos de adaptaciones institucionales formales. El uso de intérpretes de ASL, que en su mayoría son personas oyentes, ayuda a salvar las distancias lingüísticas y culturales. Sin embargo, como han señalado acertadamente algunos observadores, la fijación de la corriente dominante en la actuación pública de los intérpretes de ASL suele restar protagonismo a las contribuciones de las propias personas sordas y puede crear otro tipo de barreras a la inclusión.
Investigadores en los campos de la lingüística y la educación han argumentado que proporcionar intérpretes de ASL en entornos educativos podría tener consecuencias negativas no deseadas. Por ejemplo, podría perpetuar la privación lingüística de algunos niños sordos en las escuelas públicas o restar poder a los académicos sordos. Y en antropología, Michele Friedner ha demostrado que las convenciones de la interpretación profesional de ASL pueden entrar en conflicto con los deseos de las personas sordas de ser parte de una comunidad espiritual y tener trascendencia en entornos religiosos.
Aun reconociendo la importancia crítica del acceso formal y legal a los intérpretes para las personas sordas, también queremos ampliar el reconocimiento de cómo las personas sordas y oyentes ya establecen relaciones fuera de estos marcos formales. ¿Y si el acceso no fuera una obligación, sino una forma de sociabilidad en sí misma?
La interpretación por amigos ilustra las complejas formas en que los amigos sordos y oyentes se desenvuelven en un mundo incapacitante y sus responsabilidades mutuas en él. A menudo es algo más parecido a un “truco de vida sordo”, una decisión tomada desde abajo en colaboración con un cómplice oyente dispuesto. Como cualquier otro fenómeno complejo, encierra promesas y peligros. Es un “compromiso utópico”, como describe la antropóloga E. Mara Green en un ensayo inédito sobre la interpretación informal en una comunidad queer usuaria de ASL en Portland, Oregón.
Green, como nosotros, subraya la alegría que se encuentra en estas experiencias compartidas.
UNA VIÑETA DE LA INTERPRETACIÓN POR AMIGOS
La interpretación por amigos es algo que hemos decidido emprender juntos.
Tomemos, por ejemplo, una noche de cine a la que asistimos hace un tiempo. Tim le había hablado a Rachel de la vibrante comunidad que había conocido en su iglesia de Cambridge, Massachusetts, adonde Rachel acababa de mudarse durante el primer año de la pandemia de la COVID-19. En el pasado, asistir a los actos sociales de la iglesia sin intérprete a veces le había resultado difícil a Rachel, pero quería conocer a los amigos de Tim. Así que condujimos juntos, aparcamos y nos registramos en el evento, donde conocimos, compartimos y conversamos con varias personas oyentes de la comunidad local, ninguna de las cuales conocía (mucho) el lenguaje de señas.
Pero este no había sido el verdadero comienzo del evento social.
Este evento, o nuestra participación compartida en él, había comenzado realmente varios días antes. Cuando Tim invitó a Rachel, ella sabía que no había más personas sordas en la iglesia, por lo que no habría ningún intérprete de ASL. También sabía que la película empezaría cerca del anochecer, cuando estaría oscuro, y que muchas personas llevarían y hablarían a través de mascarillas, lo que haría imposible la lectura de labios. Así que le pidió a Tim que mediara, que le ayudara a manejar la situación transmitiéndole información cuando ella lo necesitara, sabiendo que él tenía las habilidades de lenguaje de señas para hacerlo. Él le aseguró que lo haría.
La interpretación por amigos complica —y amplía— lo que puede significar el acceso.
Tim no asistía como intérprete profesional, y Rachel no era su clienta sorda. Asistíamos como amigos, con el objetivo principal de relacionarnos y disfrutar de la velada como amigos.
Durante el camino al evento, Tim le preguntó a Rachel si pensaba hablar por sí misma con los demás oyentes, si prefería hacer señas o si pensaba utilizar la comunicación simultánea (o sim-com, es decir, hablar y hacer señas al mismo tiempo, aunque el inglés y el ASL difieren gramatical y sintácticamente). Rachel sabía muy bien lo imperfecto que podía ser un discurso sim-com, y le dijo a Tim que sus opciones de comunicación podían depender de la persona y de la situación. También le hizo saber que debía sentirse libre de escabullirse y saludar a cualquiera que viera, incluso sin que ella estuviera presente. A Tim le pareció bien.
Estábamos organizando de antemano nuestra coreografía comunicativa, discutiendo qué modalidades lingüísticas queríamos utilizar. Pero también hacíamos otra cosa: poníamos de manifiesto nuestro vínculo como amigos —nuestra voluntad de darnos libertad para ver cómo transcurría la velada—.
Mantuvimos esta coreografía comunicativa a lo largo de la noche de cine, ajustándola y modificándola sobre la marcha. Un par de personas se dieron cuenta e intentaron participar en la conversación, a veces utilizando algunos conocimientos elementales de señas. “Puedo deletrearte mi nombre con los dedos”, dijo una. Rachel le hizo un gesto con la cabeza para que siguiera. Se dio cuenta de que permitía que estos intercambios informales con señas continuaran de forma diferente y durante más tiempo de lo que habría permitido con un intérprete profesional. También quería entablar una relación sin intermediarios con estas nuevas personas, aunque solo fuera a base de señas rudimentarias.
Otros asistentes a la noche de cine no intentaron “jugar al juego de las señas” con nosotros. En estos casos, Tim asumió un papel de intérprete más directo, haciendo señas de lo que decían los oyentes y poniendo voz a Rachel cuando ella decidía hacer señas. En otros momentos, Tim se unía ocasionalmente a la conversación, algo que se consideraría poco profesional para los intérpretes de ASL. Con la interpretación de un amigo, la conversación se vuelve inherentemente un poco más desordenada, poco sistemática y participativa.
En el viaje de vuelta, hicimos balance: ¿Qué salió bien? ¿Qué salió mal? ¿Hubo situaciones en las que alguno de nosotros se sintió incómodo? ¿Cómo las manejaríamos la próxima vez?
EL “ACCESO” COMO RELACIÓN
Aunque la noche de cine fue un poco más complicada que nuestras salidas sociales habituales, no ha sido ni mucho menos la única situación de amistad e interpretación que hemos tenido que negociar. Y seguiremos haciéndolo, como amigos que eligen participar juntos en el mundo, con nuestros diferentes cuerpos y formas de sentir y comunicarnos.
El acceso de las personas discapacitadas, como han puesto de manifiesto estudios y escritos recientes, es complicado. [1] [1] Véase, por ejemplo, el reciente ensayo del poeta sordo y ciego John Lee Clark titulado provocativamente “Contra el acceso”. A medida que los derechos y las normativas se formalizan, el acceso tiende a proporcionarse a través de canales cada vez más estrechos. Para los estadounidenses sordos, esto ha llegado a significar la provisión de un intérprete de ASL certificado profesionalmente, cuya función es servir de medio objetivo de información, transmitiendo únicamente lo que dicen los demás.
Pero, ¿y si la “objetividad” pura no es siempre el objetivo de nuestras interacciones lingüísticas? ¿Y si el desorden inherente a las relaciones sociales puede tener a veces prioridad sobre el cumplimiento de modelos formales de acceso?
La interpretación por amigos complica —y amplía— lo que puede significar el acceso. Al hacer un llamamiento a la intimidad y la responsabilidad entre amigos oyentes y sordos, pone de relieve cómo ambas partes se benefician de la creación conjunta de una experiencia que sería mucho menos agradable sin las aportaciones y la presencia del otro.
Los lectores no deben leer este ensayo como un argumento en contra del acceso formal obligatorio para las personas sordas y otras personas discapacitadas. Al contrario, creemos que la accesibilidad es un imperativo para cualquier tipo de compromiso significativo con la justicia social. Pero invitamos a los lectores a reflexionar sobre la accesibilidad más allá de los marcos estáticos de accesibilidad institucional para considerar las formas polifacéticas que puede adoptar y las complicaciones que esas formas pueden conllevar.