El orden de mi mochila y Tres etapas para nada
“El orden de mi mochila” y “Tres etapas para nada” forman parte de la colección Poetas resisten, rechazan y encuentran un camino. Lea la introducción a la colección aquí.
El orden de mi mochila
—Para el Oficial de Relaciones Públicas en Guantánamo Bay, Cuba; 9 de julio de 2016
Este es mi reloj,
este es mi teléfono,
esta es mi solicitud
aprobaba & sin culpa en una carpeta transparente.
Mis llaves,
mi pasaporte estadounidense,
mi pase de prensa
& una botella de agua, vaciada.
Mi boleto de regreso,
mi cartera,
la información de mi contacto de emergencia
escrita a lápiz en una servilleta.
Y este es un recordatorio—de la lista de palabras
que prometí no decir,
restringidas en un Post-it amarillo:
huelgas de hambre
alimentación forzada
detenidos fallecidos
operaciones migratorias
cierre
El informe del Senado sobre torturas.
Y esta, mi cámara—
su confianza fracturada
porque acordé borrar
cualquier foto que capturaré
cerraduras, portones
umbrales
puertas blindadas
etiquetas con apellidos de soldados
caras de detenidos
cuerpos de detenidos
pies de detenidos
cualquier cosa que pueda ser reconocida por alguna de sus madres
& el mar antes del horizonte.
Y este es el libro de poemas de Falkoff—
las flores prensadas entre sus páginas
absorben y luego repiten
líneas creadas en jaulas por los prisioneros.
Y este como puede ver
es un simple tubo de crema.
Se usa para la picazón por urticaria, la testigo
inquieta en mis muslos & hombros.
Urticaria que leo atentamente y no puedo calmar
cada vez me roba sueño durante varios días.
Testifica fuera de la orbita
de los soldados en torres de vigilancia.
Y esta es mi libreta
llena de líneas que resisten morir.
Por palabras, por urticarias convertidas en ronchas,
se acercan al lomo.
Nota de author: “El orden de mi mochila” fue inspirado por el poema “Inventory” de Günter Eich.
Tres etapas para nada
Etapa uno: Cuatro hombres forzaron al prisionero 435 a entrar
en una caja de madera de 3 por 4 pies construida ayer. Toma media hora.
Etapa dos: Hay un solo hombre. Toma tres días de constante pop
y rock pesado con una manguera de alta presión para lograrlo.
La etapa tres comienza luego de dos días de descanso, en el séptimo día.
El equipo viste batas blancas y máscaras de latex para Halloween.
Entran a la celda diciendo chistes de televisión y recordando las mejores jugadas del juego de anoche. Huelen al desayuno de McDonald’s.
Hablan sobre cuanto tiempo va a tomar.
Nadie está tocando a nadie.
Sentando, el prisionero 435 espera o reza, desnudo con un collar de goma
para perros. Atado a una soga de nilón, trenzada con el silencio.
Lo miran fijamente. Suspira. El reloj digital está nublado en la pared.
Sus lápices mecánicos sin gomas raspan las libretas amarillas legales.
Luego de unas tres semanas, el más alto entra como Freddy Krueger.
Al llegar, levanta su dedo por encima de su enmascarada cabeza—
congelado en el frío como si estuviera atrapando la dirección del viento.
435 no está en el medio del piso de concreto.
Su oreja no está presionada contra el drenaje de cromo.
Sus manos no están cruzadas para orar. Él está allí—
cerca de los ganchos en la pared, por debajo de ellos.
La soga ya no está visible, perdura el silencio.
El más alto grita: Sí – Sí. Ay dios mío – Sí.
435 está en la caja.
Un brazo está afuera.
Temblando. La tapa no cierra
por encima de él. A ningún lado va.
Se está enroscando para caber dentro.