El impulso de España para descolonizar sus museos debe continuar
CUANDO EL MINISTRO DE CULTURA DE ESPAÑA, Ernest Urtasun, anunció a principios de este año su intención de renovar las colecciones de los museos estatales del país, su plan de “superar el marco colonial” reabrió viejas heridas y desató intensos debates sobre identidad nacional y la representación histórica.
Como española multicultural con amplia experiencia en el sector museístico, considero que esta iniciativa forma parte de una reevaluación del pasado colonial de España, un proceso largamente esperado y absolutamente necesario.
España tiene una historia colonial profunda y de gran alcance, especialmente en América Latina. Sin embargo, muchos españoles han resistido el concepto de descolonización, y un buen número ahora se opone a los planes de Urtasun. Críticos como el autor Cesáreo Jarabo han argumentado en la prensa que “España no ha tenido nunca colonias”, sino virreinatos, y que, por lo tanto, está exenta del movimiento global para descolonizar las colecciones de los museos. “La descolonización del Urtasun no es ni más ni menos que un paso más en la dinámica anglófila para desprestigiar España”, añadió Jarabo. Este argumento, basado en cuestiones semánticas, refleja una interpretación limitada y engañosa de los avances coloniales de España, que fueron tanto extensos como profundamente influyentes a escala global.
La conquista de amplias regiones de América y el Caribe por el Imperio Español estuvo marcada por epidemias, la brutal subyugación de los pueblos indígenas, la extracción masiva de riqueza a través de la minería y la imposición de una rígida jerarquía social que favorecía a los colonos europeos. En América Central y del Sur, comenzando con la caída de los Imperios azteca e inca en el siglo XVI, este proceso casi erradicó muchas culturas indígenas y forzó la asimilación de otras, dejando una huella imborrable en el continente. La imposición del idioma, la religión y las costumbres españolas agravó el impacto, creando un legado que sigue influyendo en las sociedades latinoamericanas hasta el día de hoy.
España no limitó sus ambiciones a las Américas. Desde la colonización de las Islas Canarias en el siglo XV, España se expandió al norte y oeste de África, notablemente en Guinea Ecuatorial, Marruecos y el Sáhara Occidental, donde la colonización provocó la explotación de recursos naturales y la disrupción social. En Asia y Oceanía, el dominio español durante más de 300 años introdujo el catolicismo y una gobernanza centralizada en lugares como Guam, Filipinas y Taiwán, transformando profundamente la identidad y los idiomas de estas regiones.
Como miembro fundador de la European Society of Black and Allied Archaeologists he presenciado de primera mano el gran impacto emocional que este desajuste cultural tiene sobre quienes trabajan en el sector. Afirmar que el imperialismo español no constituye una verdadera colonización refleja una reticencia a enfrentar los aspectos más oscuros de la historia del país, que incluyeron explotación sistemática, violencia y la eliminación de ciertas culturas en diversos continentes. Este punto de vista subraya la tensión entre el orgullo nacional y la responsabilidad histórica, así como un entendimiento erróneo —o negación deliberada—del impacto global del colonialismo español.
DESCOLONIZAR LOS MUSEOS DE ESPAÑA
En mi trabajo como conservadora de conjuntos arqueológicos en el Museo Británico y como investigadora de bioarqueología en el Museo de Historia Natural del Reino Unido, he observado cómo países e instituciones culturales lidian con sus legados coloniales. También he participado activamente en esfuerzos de descolonización en la Universidad de Cambridge, lo que me ha expuesto a los complejos desafíos prácticos y dilemas éticos relacionados con la restitución de artefactos culturales. A diferencia del Reino Unido, limitado por marcos legales como la Ley del Museo Británico de 1963, España se enfrenta a un conjunto de dificultades y oportunidades particular.
Es importante entender que los esfuerzos de descolonización en los museos no implican la devolución inmediata y total de materiales culturales. Los marcos coloniales bajo los cuales se establecieron originalmente los museos permitieron a las potencias occidentales acumular vastas colecciones de artefactos, muchas veces en circunstancias cuestionables. Sin embargo, no todas estas adquisiciones necesariamente demandan una repatriación.
Lea más de los archivos: “Repatriation Has Transformed, Not Ended, Research.”
Antes de que se puedan tomar medidas significativas, el personal de los museos debe realizar auditorías exhaustivas para entender qué poseen en sus colecciones y cómo sus predecesores adquirieron esos objetos. La magnitud de estas colecciones a menudo significa que el propio personal desconoce el alcance total de sus contenidos. Esta falta de conocimiento representa un problema ético importante, ya que los profesionales de los museos tienen la responsabilidad de cuidar estos objetos, garantizando condiciones adecuadas de conservación, almacenamiento y accesibilidad. Sin una comprensión clara de lo que contienen sus depósitos, los museos no pueden cumplir con este deber.
Una vez que se complete este trabajo fundamental, el personal de los museos podrá comenzar a desmantelar las capas de marcos coloniales que históricamente han gobernado sus prácticas. De hecho, algunos artículos fueron adquiridos legítimamente o donados, como el Tesoro Quimbaya, una colección de más de 400 piezas cerámicas y oro provenientes de la actual Colombia, que data del año 500 a.C. y que se encuentra actualmente en el Museo de América en Madrid.
Pero no podemos pasar por alto el desequilibrio inherente de poder que permitió a las potencias coloniales dictar los términos de legitimidad. A través de estas fuerzas, las comunidades colonizadas a menudo fueron privadas de la oportunidad de interactuar con su propio patrimonio de formas que se alinearan con sus valores y autodeterminación. En algunos casos, lo que queda en las colecciones de los museos es todo lo que sobrevive de estas culturas.
Desmantelar los marcos coloniales no se trata solo de corregir errores históricos; se trata de fomentar una nueva era de reconciliación entre comunidades. Hablando de manera transparente sobre el pasado en las galerías y en la programación pública, museos como el Museo de Etnología y Culturas del Mundo en Barcelona pueden convertirse en espacios comunitarios clave para la sanación. En un país como España, que cada vez más se convierte en un destino para inmigrantes provenientes de sus antiguas colonias y de otras partes del mundo, involucrarse en este trabajo podría ayudar a construir relaciones más fuertes entre las poblaciones locales y las recién llegadas, especialmente en un momento en que los sentimientos de extrema derecha, xenofobia y antiinmigración están en aumento en toda Europa.
Equilibrar la necesidad urgente de actuar con el lento y minucioso proceso de realizar investigaciones de procedencia y diligencia debida no es tarea fácil. Seguir los estándares industriales de controles y balances para establecer “la historia documentada de la propiedad de un objeto” es un proceso que las instituciones del Reino Unido han estado navegando durante décadas con diferentes niveles de éxito. El Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Cambridge, por ejemplo, ha estado involucrado en la restitución voluntaria de artefactos culturales y en el compromiso empático con comunidades de origen desde los años sesenta, un modelo del que España podría aprender al embarcarse en este camino.
UN FUTURO INCIERTO
El comunicado de Urtasun no representa una decisión unilateral impuesta a los museos estatales. Sigue el Plan Estratégico 2022–2028 del Consejo Internacional de Museos para descolonizar los museos y los compromisos que España ha asumido en foros internacionales como Mondiacult 2022 de la UNESCO. Estos marcos proporcionan a España tanto el apoyo como la hoja de ruta necesarios para abordar su pasado colonial en el ámbito de las instituciones culturales.
Sin embargo, la sostenibilidad del impulso de Urtasun para alinear las instituciones españolas con sus homólogas culturales globales sigue siendo incierta.
Los profesionales de los museos en España son funcionarios públicos con cargos vitalicios, responsables no solo ante el gobierno sino también ante el público. Y los ministros son nombrados por el presidente, no elegidos directamente, por lo que siempre existe el riesgo de que Urtasun pueda ser destituido de su cargo si sus planes no logran apoyo popular. Si los profesionales de los museos estatales temen que un ministro sucesor pueda estar en contra de la iniciativa, es posible que no impulsen ni lleven a cabo el cambio estructural que requiere este trabajo.
Para garantizar la longevidad de los esfuerzos de descolonización, es crucial una comunicación transparente con el público. Los profesionales de los museos y los líderes culturales deben involucrarse activamente, disipando conceptos erróneos y abordando honestamente los diferentes aspectos de la historia colonial de España. Para que este movimiento perdure, es vital que el público no solo comprenda, sino que también exija que los museos sean introspectivos y transparentes sobre el pasado del país.
Descolonizar los museos de España presenta una oportunidad rara y valiosa para mejorar nuestra comprensión de la historia. Este proceso no se trata de borrar el pasado, sino de reconocer y rectificar las desigualdades perpetuadas por los legados de visiones del mundo eurocéntricas. Si España aborda este momento con transparencia y un compromiso con el diálogo abierto, tiene el potencial de transformar sus instituciones culturales en espacios inclusivos que reflejen las diversas narrativas de todos los que han dado forma a su historia.