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Essay / Standpoints

¿Es inevitable la guerra? Consideremos a los antiguos mayas

Dos arqueólogos muestran cómo investigar las tácticas, el armamento y la logística de la batalla ayuda a responder preguntas sobre el conflicto social en la experiencia humana.
Un gran mural representa una batalla caótica con numerosas personas, descamisadas o vestidas con pieles de animales, gritando mientras sostienen lanzas o sus puños.

Los investigadores pueden conocer las técnicas de combate de los antiguos mayas estudiando los murales de Bonampak, en México (reproducción mostrada aquí).

El Comandante/Wikimedia Commons

LLAMATIVOS RASTROS DE LUZ se arquean a través del cielo nocturno, explotando en nubes de humo. Las explosiones derrumban edificios y arrojan columnas de polvo. Vemos estas escenas una y otra vez —en Ucrania, Siria y en todo el mundo— y la violencia genera preguntas: ¿Cuántas personas fueron heridas o perdieron su vida? ¿Qué causó que esto sucediera? ¿Por qué hay tanto conflicto hoy? ¿Es la guerra una parte profundamente arraigada de la experiencia humana?

Como estudiante de primer año de la universidad, yo (Bracken) “celebré” mi cumpleaños viendo la intensa cobertura mediática de la invasión estadounidense de Irak en marzo de 2003. Aunque el presidente George W. Bush declaró “misión cumplida” seis semanas después del comienzo de la invasión, la guerra se disparó a niveles aún más mortíferos en 2004 con la Batalla de Faluya. Yo (Hernández) cumplí 18 años unos meses después. Aunque ninguno de nosotros ha servido en el ejército, crecer en medio de las “guerras eternas” de los Estados Unidos nos ha llevado a tratar de responder preguntas sobre el conflicto social.

Como arqueólogos, podemos examinar cuándo y dónde ocurrió la guerra por primera vez y cómo la guerra ha impactado la experiencia humana. Estas preguntas siguen generando polémicas. A menudo basándose selectivamente en la literatura arqueológica, muchos afirman que los humanos se están volviendo cada vez más pacíficos, mientras que otros responden que somos más violentos que nunca.

Un problema fundamental en juego es que la evidencia arqueológica de la guerra a menudo no es clara y se puede interpretar de múltiples maneras. Las muertes relacionadas con batallas pueden ser difíciles de distinguir con certeza de las muertes causadas por traumas corporales no relacionados con la guerra. Un cráneo fracturado o un brazo roto pueden ser el resultado de un combate marcial, una disputa interpersonal o un accidente.

Argumentamos que una solución es un mayor enfoque en la “práctica marcial”, es decir, los procesos sociales y los comportamientos humanos que rodean la guerra, incluyendo las preguntas sobre los estilos de combate, el armamento, la armadura, los tipos de heridas y las interacciones con el paisaje.

En una sección especial de la revista académica Ancient Mesoamerica, nosotros y otros investigadores mostramos que centrarse en la práctica marcial —tanto con técnicas de vanguardia como con métodos tradicionales— permite una interpretación más efectiva de la evidencia arqueológica. Usando estos enfoques, los investigadores están llegando a un entendimiento más profundo y matizado de la guerra a través de la experiencia humana.

Un batallón de soldados se reúne en torno a un cañón que dispara un misil que deja una columna de humo a su paso.

Los episodios bélicos, como la batalla de Faluya, llevan a los investigadores a indagar en la tendencia humana a la violencia.

United States Department of Defense/
Wikimedia Commons

ARQUEOLOGÍA Y GRANDES PREGUNTAS SOBRE LA GUERRA

Académicos europeos y estadounidenses han debatido durante mucho tiempo la frecuencia de la guerra en el pasado, motivados en parte por los encuentros coloniales con las comunidades indígenas y locales. A menudo, su objetivo ha sido determinar si la humanidad es inherentemente pacífica o violenta. Lo que está en juego es una justificación o una condena de las guerras en curso, el imperialismo y la violencia en general.

Quizás el contribuyente reciente más destacado a este debate es el psicólogo experimental Steven Pinker. En su libro superventas de 2011, The Better Angels of Our Nature (Los mejores ángeles de nuestra naturaleza), Pinker sostiene que nuestro momento actual, a pesar de las guerras mundiales y los constantes conflictos, es el más pacífico de la historia humana. Sin embargo, en su libro superventas de 2021, The Dawn of Everything (Los albores de todo), el arqueólogo David Wengrow y el difunto antropólogo David Graeber destacan las fallas en el argumento de Pinker (como lo han hecho muchos otros investigadores). Enfatizan que la perspectiva de Pinker es una justificación académica del colonialismo europeo que enmascara una realidad más compleja e interesante.

Las bases de gran parte del argumento de Pinker se derivan del libro de 1996 del arqueólogo Lawrence Keeley, War Before Civilization (La guerra antes de la civilización). Keeley, uno de mis mentores universitarios (de Hernández), incluye datos arqueológicos en el libro cuando es posible. Pero admite que sus ideas sobre guerras pasadas requieren una investigación arqueológica más rigurosa y datos adicionales de una variedad de regiones alrededor del mundo.

Los estudios de guerra en arqueología han aumentado desde 1990, debido en gran parte a los debates provocados por War Before Civilization. En su libro War!: What Is It Good For? (¡Guerra! ¿Para qué sirve?), el arqueólogo Ian Morris afirma, al igual que Pinker, que la humanidad se ha vuelto más segura y rica gracias a las comunidades victoriosas de agricultores sedentarios que “vinieron, vieron, conquistaron y administraron”.

La arqueología se ha visto obstaculizada por la falta de atención a las estrategias, tácticas, técnicas corporales y logística de la guerra.

Sin embargo, Morris también señala que faltan datos confiables sobre las muertes en batalla antes del año 1500 d.C. en todo el mundo. Esto incluye Mesoamérica, nuestra propia área de estudio. Dichos datos podrían arrojar luz sobre los niveles de violencia en Mesoamérica antes de la colonización europea. Morris argumenta que “lo que necesitamos es un Tácito mesoamericano [un cronista antiguo] que nos diga lo que estaba pasando”.

Nadie ha encontrado aún un solo texto mesoamericano antiguo que contenga los ricos detalles etnográficos que recuerdan los escritos de Tácito. Sin embargo, trabajos recientes en arqueología histórica maya y técnicas analíticas de vanguardia están abriendo nuevas vías de estudio, incluido un enfoque en la práctica de la guerra.

INVESTIGANDO LA “PRÁCTICA MARCIAL” EN EL PASADO

Para explorar los orígenes y el impacto de la guerra, comenzamos explicando qué significa la guerra en la práctica. Esto implica investigar a los actores complejos que participaron en guerras pasadas, además de sus objetivos y estrategias, tácticas, armamento, armadura, etiqueta, modos de conmemoración e interacciones con sus paisajes. Por ejemplo, nos preguntamos: ¿Cómo trabaja la gente con el terreno para crear comunidades fortificadas que canalicen el movimiento hacia lugares particulares, como plazas grandiosas con monumentos que glorifican la identidad de guerrero? Más sobre esto más adelante.

Un enfoque en la “práctica” también ofrece una visión de los aspectos creativos de la actividad humana. Después de todo, lo que hacen las personas da forma a la dinámica de la cultura y el mundo que les rodea. Aplicamos este enfoque conceptual para entender las vidas de los mayas del pasado que vivieron en lo que ahora es México y Centroamérica.

Las nociones que alguna vez prevalecieron de una civilización maya pacífica se han desvanecido en los últimos 70 años a raíz de los hallazgos de fortificaciones, armamentos, traumatismos óseos, episodios destructivos en los asentamientos y arte que representa temas marciales. Además, investigadores han descifrado la escritura jeroglífica maya y han aprendido que la guerra es uno de los eventos más comunes discutidos en los monumentos.

En la última década más o menos, los investigadores también lograron grandes avances en el mapeo de asentamientos a través de lidar aéreo o escáneres láser montados en aviones. Utilizando el mapeo por medio de lidar aéreo, los investigadores han detectado arquitectura escondida debajo de la densa selva tropical, revelando fortificaciones en una escala sin precedente.

La cartografía Lidar está descubriendo antiguas ciudades ocultas por la selva, lo que da a los investigadores pistas sobre las prácticas de batalla en el pasado.

National Geographic

A pesar de estos avances, muchos investigadores están de acuerdo en que se necesita mucho más trabajo para explorar las antiguas formas de combate, el uso de armamento y la logística necesaria para reunir cientos e incluso miles de fuerzas armadas. Tales conocimientos sobre cómo los antiguos mayas libraron la guerra permitirán a los futuros investigadores identificar mejor el trauma óseo causado por el combate marcial y formar una imagen más precisa de las guerras pasadas.

En este sentido, la bioarqueóloga Vera Tiesler y el bioarqueológo Andrea Cucina examinaron los restos de 1.103 individuos de diferentes partes de México y Centroamérica, en busca de evidencia de cortes, traumatismos por objeto contundente y otras lesiones. Observaron una distribución aproximadamente uniforme de lesiones en el lado izquierdo y derecho del cráneo frontal.

Según los autores, estos resultados no respaldan la presencia de ejércitos permanentes en el pasado precolombino. Los investigadores razonan que los ejércitos permanentes se habrían involucrado principalmente en el combate cuerpo a cuerpo, y el dominio de la mano derecha daría como resultado una mayor proporción de impactos en el lado izquierdo del cráneo frontal.

Tiesler y Cucina reconocen que se sabe poco sobre las tácticas empleadas por los antiguos mayas, por lo que su afirmación aguarda más investigación. Sin embargo, su trabajo destaca cómo el estudio de la práctica marcial puede enriquecer nuestra comprensión de los restos óseos mayas, informando la investigación sobre cuestiones más amplias sobre el conflicto social.

LA GUERRA NO EQUIVALE A COMBATE

Dentro del contexto cultural mesoamericano, hemos analizado cómo los antiguos mayas se preparaban y participaban en el combate, y cómo administraban los resultados de la guerra. Este marco rompe nuestra investigación lejos de las nociones simplistas de que “guerra es igual a combate”. En cambio, consideramos cómo el proceso de hacer la guerra impregna diferentes aspectos de la experiencia humana. Nos basamos en múltiples líneas de evidencia convergente para construir conclusiones y desplegar este enfoque en una sección especial para Ancient Mesoamerica.

Un mural de colores pastel representa una batalla con personas que llevan tocados y sostienen escudos y lanzas.

Esta pintura recrea un antiguo mural maya en el Templo de los Jaguares de Chichén Itzá que representa a guerreros luchando y celebrando la victoria.

Adela Breton/
Wikimedia Commons

Bracken utilizó métodos computacionales del sistema de información geográfica (SIG) para modelar las probables rutas de senderos a través del antiguo paisaje de Muralla de León, Guatemala, un sitio rodeado por un muro de piedra de altura y grosor variables. Utilizó análisis estadísticos para comparar la pendiente del terreno y otras medidas de accesibilidad en SIG. Los resultados revelaron una tendencia a que las paredes fueran más altas y gruesas en las áreas que habrían sido más fáciles de atravesar a pie. Esto indica que los antiguos mayas estaban preocupados por las incursiones al interior de Muralla de León e invirtieron mucho trabajo en la defensa del sitio. La investigación futura proporcionará pistas sobre el armamento maya y los planes de combate defensivos.

Hernández también evaluó cómo los antiguos mayas combinaron las fortificaciones con la hidrología y el terreno montañoso para crear capas de defensa en Tzunun, Chiapas, México, un sitio peninsular ocupado en la época de la colonización española. Según los registros coloniales de 1520-1800 d.C., los mayas probablemente defendieron a Tzunun a través de una combinación de guerreros que luchaban cuerpo a cuerpo y con armas de proyectiles en tierra y en canoas.

Un retrato ilustrado muestra a un hombre de pelo corto y barba peinada que lleva una camisa de mangas globo y una capa.

Martín de Ursúa y Arizmendi libró una guerra contra los itzas, un antiguo pueblo maya que vivía en lo que hoy es Guatemala.

Biografias y Vidas/ EcuRed

El conquistador español Martín de Ursúa y Arizmendi describió tal estrategia en 1697. Mientras se preparaba para un asalto final a la comunidad isleña de Nojpetén, la capital de los mayas itzaj, escribió: “Ellos [los itzaj] vinieron con un número considerable de canoas para crear despliegues bélicos, situando sus fuerzas en el agua, como estaban acostumbrados”.

También en la sección especial, la historiadora del arte Caitlin Earley explora cómo los mayas del pasado se movían y experimentaban los paisajes. Ella analiza imágenes y registros escritos para determinar cómo se formaron las identidades de los guerreros élite mayas al ver e interactuar con monumentos que representan cautivos de batallas. Para los mayas del pasado, los monumentos de piedra estaban lejos de ser utilerías pasivas. Estaban vivos y eran la encarnación literal de los cautivos. “Los monumentos de piedra tallada”, afirma Earley, “transmitían información sobre los resultados de la guerra, pero también ayudaban a prepararse para la batalla al comunicarse con los espectadores de élite sobre sus roles, tanto políticos como rituales”.

Además, la historiadora del arte Mary Miller examina los registros coloniales y los murales de Bonampak (un sitio arqueológico maya en Chiapas, México) para deducir técnicas y tácticas de combate en el período Clásico, desde el 200 al 900 d.C. Estos incluyen ataques al amanecer, quema de templos, equipos de guerreros que toman cautivos y combatientes que usan una fuerza abrumadora para lograr la victoria. La investigación de Miller, junto con los otros artículos mencionados anteriormente, ilustra la diversidad y la dinámica de la práctica marcial entre los antiguos mayas.

EL FUTURO DE LOS ESTUDIOS SOBRE LA GUERRA

El estudio de la práctica marcial también es muy prometedor para otras partes del mundo. El arqueólogo antropológico Nam Kim ha investigado las fortificaciones de Co Loa en Vietnam para entender cómo surgió la guerra en esta región del sudeste asiático. En la sección especial, Kim y sus colegas trazan un camino para el estudio de la guerra entre los antiguos mayas y más allá. Demuestran cómo el análisis intercultural puede combinarse con un estudio de la práctica marcial.

Además, reconocen que el trauma relacionado con la guerra está subrepresentado en el registro óseo. Al igual que en la sociedad contemporánea, es probable que más mayas vivieron los efectos de la guerra —por ejemplo, el desplazamiento, el cautiverio y la escasez de alimentos— en lugar de participar directamente en el combate. Tales impactos sociales de amplio alcance, a menudo pasados por alto, brindan una razón más para emplear múltiples métodos y tecnologías para analizar la evidencia arqueológica.

Un edificio de piedra parcialmente en ruinas se alza sobre un acantilado rocoso rodeado de árboles.

Las evidencias de los murales de Bonampak ayudaron a derribar la idea de una antigua civilización maya pacífica.

Eduardo Manchon/
Wikimedia Commons

La arqueología es una lente poderosa para entender a la humanidad, pero sostenemos que el campo a menudo se ha visto obstaculizado por la falta de enfoque en las estrategias, tácticas, técnicas corporales y logística de la guerra. Este descuido tiende a ser mayor para las culturas que quedan afuera de la historia militar en Europa, el Medio Oriente y África del Norte. Argumentamos que cambiar el enfoque hacia estas prácticas resalta el elemento humano en el estudio de la guerra, lo que permite interpretaciones más ricas del trauma óseo y otros rastros potenciales de conflictos sociales pasados.

En términos más generales, este enfoque reformula cómo la gente piensa acerca de la guerra y la paz. Comprender el lado práctico de la guerra significa que la falta de fortificaciones ya no puede interpretarse como una indicación directa de interacciones pacíficas entre vecinos. Preparar una comunidad para la guerra mediante la construcción de una arquitectura marcial habría involucrado múltiples factores, incluidas tácticas, mano de obra, adquisición de recursos y una larga duración del asentamiento. Estas cargas pueden haber hecho que las fortificaciones fueran demasiado costosas, especialmente para los grupos móviles o seminómadas.

Solo teniendo en cuenta estos factores podemos entender los posibles orígenes e impactos de la guerra, lo cual es fundamental para comprender la experiencia humana.

Christopher Hernández es profesor asistente de antropología en la Universidad de Loyola Chicago. Como arqueólogo antropológico, su investigación se centra en cuestiones de ética en la arqueología, la aplicación de métodos colaborativos, la filosofía relacional y el estudio del conflicto social en una perspectiva a largo plazo. A través de la aplicación de escaneo láser aéreo (lidar), análisis documental y métodos de excavación tradicionales, investiga cómo el proceso de hacer la guerra dio forma a los paisajes en Mensabak, Chiapas, México. Sígalo en Twitter @profclh y su YouTube channel.

Justin Bracken es el editor de adquisiciones de arqueología y antropología de la University of Utah Press. Completó su doctorado. en el Centro de Graduados de la Universidad de la Ciudad de Nueva York en 2021. Su investigación de tesis investigó las fortificaciones y los patrones de vivienda en el antiguo sitio maya de Muralla de León en la región de los lagos de Petén en el norte de Guatemala, rastreando patrones ocupacionales a través del tiempo. La investigación de Bracken se centra en patrones de movimiento e interacción, estudios de paisajes y análisis espaciales del entorno construido. A través de tales análisis, ha trabajado para demostrar los impactos específicos de la guerra y las posturas defensivas en la vida cotidiana.
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