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Column / Curiosities

Los anillos de los árboles son la prueba de la megasequía —y de nuestro destino funesto—

Científicos utilizan la dendroclimatología para investigar las megasequías en el oeste de Estados Unidos, y los árboles están contando una historia inquietante.

Stephen E. Nash es historiador de la ciencia y arqueólogo en el Museo de Naturaleza y Ciencia de Denver. Estudia una amplia gama de temas, como la dendrocronología (datación por anillos de árboles), la historia de los museos, la arqueología del centro-oeste de Nuevo México y las esculturas rusas talladas en gemas de Vasily Konovalenko. Nash ha publicado numerosos libros, el más reciente Stories in Stone: The Enchanted Gem-Carving Sculptures of Vasily Konovalenko y An Anthropologist’s Arrival: A Memoir.  Vive en Denver con su mujer y sus tres hijos. Sígalo en Twitter @nash_dr.

ME ENCANTAN LOS ÁRBOLES. También me encanta la dendrocronología —literalmente, “el estudio del tiempo de los árboles”—. Esta ciencia, que utiliza datos derivados de los anillos de crecimiento de los árboles, proporciona a los científicos una gran cantidad de información relacionada con las condiciones en las que crecen los árboles.

Como estudiante de posgrado, me interesé por el ahora famoso método de datación de yacimientos arqueológicosmediante el análisis de los anillos de los árboles. Posteriormente, me interesé por la aplicación de la interpretación de los anillos de los árboles a la datación de instrumentos musicales.

Recientemente, con la creciente intensidad del cambio climático antropogénico, el tema que más me interesa es la dendroclimatología. Esta fascinante ciencia utiliza los anillos de los árboles para reconstruir las antiguas precipitaciones, temperaturas y otras variables climáticas. A diferencia de los diversos instrumentos de seguimiento del tiempo, los anillos de los árboles proporcionan a los investigadores un registro que se remonta a cientos o incluso miles de años.

Por eso los anillos de los árboles me ponen nervioso: el panorama a largo plazo que pintan estos marcadores sobre las megasequías y el cambio climático en el oeste de Estados Unidos, donde vivo, es muy preocupante.

El inicio de una megasequía moderna

El suroeste norteamericano, que abarca los estados de las Cuatro Esquinas (Arizona, Colorado, Nuevo México y Utah), la parte baja de Nevada, el sur de California y una amplia franja del norte de México, es famoso por su clima árido. En los últimos 22 años, la región ha sufrido una grave sequía. Ese periodo cumple los criterios de una “megasequía”, y ha sido notable tanto por su duración como por su intensidad.

Para los que nos preocupamos por el cambio climático antropogénico, surgen dos preguntas: ¿En qué medida es anómala la actual megasequía en comparación con las anteriores? ¿Y cuál es la probabilidad de que estas condiciones persistan en el futuro?

Los registros de precipitación y temperatura basados en instrumentos en el suroeste de Estados Unidos se remontan únicamente a finales del siglo XIX. Durante décadas, el número de instrumentos era reducido y estaban muy dispersos en una vasta zona. Por tanto, los datos que proporcionan no son muy buenos para evaluar la variabilidad climática en el espacio y en el tiempo. En cambio, los datos de los anillos de los árboles son muy útiles para este tipo de análisis a gran escala.

Una sección transversal de color marrón claro de un árbol muestra anillos arbóreos estrechos y anchos.

La historia de los años lluviosos y las sequías está inscrita en los anillos anchos y estrechos de este árbol de Arizona.

Laboratory of Tree-Ring Research

Desde el punto de vista conceptual, la dendroclimatología en el oeste de Estados Unidos es sencilla. Dada la aridez natural de la región, es lógico que la falta de precipitaciones pueda limitar el crecimiento de los árboles. Así, un año seco hará que muchos árboles produzcan un anillo de crecimiento estrecho, mientras que un año húmedo dará lugar a un anillo de crecimiento ancho. (En otras partes del mundo, como en las zonas altas y cerca del Ártico y la Antártida, los árboles responden a las fluctuaciones de temperatura más que a los cambios en las precipitaciones. En estos lugares, los años fríos generan anillos estrechos, y los años cálidos dan lugar a anillos anchos).

En la práctica, sin embargo, la dendroclimatología puede ser asombrosamente difícil, ya que requiere un riguroso trabajo de campo y estrategias de muestreo, una detallada preparación de las muestras y técnicas de análisis y una compleja modelización matemática. Todo eso es para los especialistas. Pero la gente normal puede aprender de sus investigaciones.

En un artículo publicado en 2022 en Nature Climate Change, A. Park Williams, de la Universidad de California en Los Ángeles, y sus colegas aplicaron el análisis de los anillos de los árboles para construir un modelo matemático de los niveles de humedad del suelo que se remontan al año 800 d.C. en todo el suroeste de Norteamérica. Su estudio revela que el periodo de 22 años comprendido entre 2000 y 2021, nuestra actual megasequía, fue el más seco y caluroso de los últimos 1.200 años.

Los anillos de los árboles indican que hubo otra megasequía de 22 años, de 1571 a 1592, que fue casi tan seca pero no tan caliente como las condiciones actuales. El cambio climático antropogénico hace que los efectos nocivos de la megasequía actual sean mucho peores, ya que ahora hace mucho más calor que a finales del siglo XVI. De hecho, Park y sus colegas sugieren que la megasequía actual solo sería un 60% de la severidad actual si no existiera el cambio climático antropogénico.

Esto supone una gran diferencia en lo que respecta a la humedad del suelo y la sostenibilidad.

Un preocupante giro del destino

Un artículo relacionado publicado este año utiliza el análisis de los anillos de los árboles para examinar la historia del río Colorado, que suministra agua a decenas de millones de personas en Las Vegas, Nevada; Los Ángeles, California; Phoenix, Arizona; y cientos de comunidades más pequeñas. Los investigadores de la Universidad de Arizona se centraron en la dendrohidrología, la ciencia que utiliza los anillos de los árboles para reconstruir antiguas variables hidrológicas como el caudal de los arroyos.

Analizaron publicaciones anteriores que utilizaban anillos de árboles para reconstruir el caudal del río Colorado en Lees Ferry, Arizona, una de las principales estaciones de medición del río Colorado. Su revisión confirmó que las conclusiones de las investigaciones anteriores sobre el suministro y la demanda de agua en el río eran fiables y estaban a la altura de los estándares modernos. Esto es una buena noticia para el método científico, que a menudo requiere una confirmación independiente. Es una mala noticia para los usuarios del agua de la cuenca del río Colorado.

Puede que la política sustituya a la naturaleza a corto plazo, pero la madre naturaleza gobernará a largo plazo.

Es importante señalar que hace casi 100 años, el 24 de noviembre de 1922, los delegados de siete estados de EE.UU. se reunieron en Santa Fe, Nuevo México, para firmar el Pacto del Río Colorado —y, sin darse cuenta, prepararon la región para el fracaso—.

Los delegados creían que el caudal medio del río Colorado era de 16,5 millones de acres-pies al año. Por ello, su acuerdoasignó 7,5 millones de acres-pies de agua al año para abastecer a las ciudades en crecimiento, a las aplicaciones industriales y al riego para la agricultura, en lo que esperaban que fuera una forma sostenible. Esto permitiría que los 9 millones de acres-pies anuales restantes mantuvieran el ecosistema del río Colorado. O eso creían.

Los datos instrumentales de los caudales que emplearon para elaborar el pacto procedían de un periodo de 22 años entre 1900 y 1921. En un giro casi increíble del destino, el río Colorado disfrutó de un caudal considerablemente mayor durante ese periodo de 22 años que en cualquier otro periodo de los últimos 500 años. Ahora lo sabemos gracias a los análisis de los anillos de los árboles.

Por lo tanto, los firmantes del pacto se obligaron legalmente a realizar asignaciones irreales porque sus datos de entrada, sin saberlo y por pura casualidad, procedían de un periodo anómalamente húmedo en la historia climática del suroeste de Estados Unidos. Los habitantes de la región llevan sufriendo las consecuencias de esta situación desde entonces.

Parece muy poco probable que el pacto se renegocie dado el actual clima político. Puede que la política se imponga a la naturaleza a corto plazo, pero la madre naturaleza gobernará a largo plazo.

En resumen, el análisis de los anillos de los árboles demuestra que (1) la megasequía sitúa al suroeste de EE.UU. en un territorio climatológico inédito y sin precedentes, y (2) la asignación de la mayor y más importante fuente de agua de la zona se basó en datos de un periodo inusualmente húmedo y, por tanto, sería insuficiente para abastecer a esta región, ahora en auge, incluso si no estuviera en megasequía. No se pueden inventar estas cosas.

Una vista aérea de un lago azul rodeado de rocas marrones revela una banda blanca en la base de las rocas.

En los últimos años, el lago Powell —el segundo embalse más grande de Estados Unidos— ha experimentado con frecuencia niveles de agua críticamente bajos.

Adventure_Photo/Getty Images

Más allá de la sombra de la sequía

Los medios de comunicación populares publican regularmente historias sobre nuevas y drásticas medidas de conservación del agua que se están aplicando en las principales áreas metropolitanas, como Phoenix, Las Vegas y Los Ángeles. Informan sobre los niveles de agua sin precedentes en el Lago Mead y el Lago Powell, dos embalses artificiales en Arizona, Nevada y Utah que almacenan agua para la zona. Ambos están ahora al 30% de su capacidad, sus niveles más bajos desde que se llenaron hace décadas.

Esto amenaza el suministro de agua y energía hidroeléctrica, y por tanto los medios de vida, en toda la región. Se están llevando a cabo severas medidas de conservación, pero parecen ser demasiado escasas y tardías.

Aunque los datos de los anillos de los árboles nos permiten asomarnos al pasado, no nos ayudan a predecir el futuro. Sencillamente, no tenemos forma de saber si la actual megasequía terminará el año que viene o si continuará durante décadas. No soy optimista.

Robert Fulghum, autor de All I Really Need to Know I Learned in Kindergarten (Todo lo que necesito saber lo aprendí en el jardín de infancia), escribió sobre los desafíos de tomar decisiones cuando sabemos simultáneamente demasiado y poco: “Demasiada información de alto contenido, y me da un miedo existencial”. Basándome en los datos de alto contenido de los anillos de los árboles, tengo miedos existenciales.

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